Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses

Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses y Bocaditos de jengibre confitado cubiertos de cacao en polvo

Confitar frutas y flores es un proceso complejo y prolongado, pero muy útil porque permite conservar las características organolépticas del producto y mantenerlas intactas durante largos periodos.
Para la producción de fruta confitada –hoy muy utilizada en pastelería y chocolatería– se puede utilizar la fruta entera o su cáscara (por ejemplo, es muy común la cáscara de cítricos) o, como en nuestro caso, tricitos («bocaditos») de raíz de jengibre. Es esencial que el proceso de elaboración no altere el componente aromático original, que debe distinguirse claramente de una fruta a otra y seguir recordando el aroma de la fruta fresca.

Nuestra sugerencia es combinar el Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses con bocaditos de jengibre cubiertos de cacao en polvo: estos últimos ofrecen una interesante experiencia sensorial, ya que la estructura de la fruta confitada se acompaña con el cacao que, al derretirse, envuelve la boca, y al mismo tiempo el aroma típico del jengibre se encuentra con el amargor apenas perceptible del cacao en polvo.
Creemos que esta combinación puede resistir el «desafío» nada fácil del maridaje con el Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses, cuyas características organolépticas tienen una gran intensidad y complejidad. De hecho, la riqueza aromática de este tipo de Grana Padano DOP, que recuerda los aromas de los frutos secos, se acompaña perfectamente con los típicos efluvios del jengibre que, a su vez, recuerdan ese toque de agradable y delicado picor típico del Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses.
En conclusión, podemos afirmar que se trata de un maridaje singular que, gracias al jengibre, transmite «frescor» y que –tras la deglución– permite valorizar el Grana Padano DOP «Reserva» más de 24 meses, prolongando los «efluvios» y la persistencia en la boca.

Curiosidades:

• La historia del «confitado» comienza hace más de mil años. Durante siglos, se consideró exclusivamente como un valioso medicamento y sólo más tarde, en Oriente, sobre todo en Mesopotamia y China, la gente empezó a utilizar el «confitado» para conservar raíces y plantas. El nombre «confitado» (candito, en italiano) procede del término árabe «qandi», que indicaba el jugo de la caña de azúcar. Con el tiempo, la fruta confitada adquirió dos funciones distintas: por un lado, era la única forma de conservar la fruta durante mucho tiempo y, por tanto, se hizo indispensable para que los marineros de largas travesías mantuvieran una dieta equilibrada; por otro, se convirtió en un manjar, un importante ingrediente de confitería y un capricho puramente escénico para los aristócratas, a quienes les encantaba adornar sus mesas con magníficas composiciones de diversas formas de fruta confitada. La introducción del confitado en la península italiana pasó primero por Sicilia –entonces un «feudo árabe»–, que hizo las veces de puente entre Oriente y Occidente; la primera aparición documentada de fruta confitada en Italia se remonta al período barroco, cuando en 1513 aparecieron bandejas de fruta confitada siciliana en las ricas mesas del Capitolio para honrar la visita de los Médicis. Desgraciadamente, debido a la complejidad del proceso de confitado, hoy en día muchas empresas han empezado a producir fruta confitada de forma industrial, lo que a menudo ha hecho que se pierda el sabor original, la tipicidad y, sobre todo, la calidad del producto confitado.