Mostarda
La historia de la Mostarda “Frutta Ardens”
El término «mostarda» procede del latín «mustum ardens» y consiste en un preparado picante en el que se utilizan granos de mostaza machacados con la función principal de prolongar el período de conservación de frutas y verduras.
Cuando se habla de mostaza en el ámbito gastronómico, se hace referencia a los aceites esenciales, obtenidos de los granos de mostaza (principalmente de los tipos blanco y negro); sin embargo, es importante subrayar que el origen de la mostarda tiene poco que ver con la «moutarde», o sea, la mostaza francesa. De hecho, la moutarde es una salsa elaborada con vinagre, sal y granos de mostaza, mientras que nuestra mostarda es un preparado a base de frutas al que se añade azúcar y aceite esencial de mostaza.
Inicialmente, la mostarda nació como un producto de lujo: hay testimonios de ello gracias a algunos documentos de los Gonzaga que atestiguan la presencia de este alimento en las mesas de los señores de Mantua, en banquetes o cenas como la del duque de Mantua. Su uso popular, gracias a la mayor utilización de azúcar y mostaza, se extendió sobre todo a partir del siglo XVII entre las familias lombardas del norte de Italia; se trata, por tanto, de un producto típico con una larga historia, que sin embargo, en los últimos tiempos, ha corrido el riesgo de extinguirse; afortunadamente, hoy en día está en marcha un proceso de redescubrimiento de algunas elaboraciones antiguas y tradicionales y la mostarda disfruta de un éxito renovado.
En toda Italia hay varios productos que utilizan el nombre mostarda, pero centraremos nuestra atención en los productos que, en su receta, utilizan exclusivamente aceites esenciales del grano de mostaza:
Mostarda: instrucciones de uso y conservación
La Mostarda no es un producto fácilmente perecedero y puede conservarse unos 5/6 meses en la despensa sin que se vean afectadas sus características organolépticas; sin embargo, una vez abierta, debe conservarse en el frigorífico. Con el paso del tiempo, se puede percibir un debilitamiento de la nota picante, ya que el aceite esencial de mostaza, que es muy volátil, tiende a dispersarse, sobre todo después de abrir el tarro.
Se recomienda consumirla a temperatura ambiente y probar pequeños trocitos de cada fruta y verdura para apreciar las diferencias de estructura, picor, dulzor y aromaticidad, que, aunque leves –debido al predominio del aceite esencial de mostaza–, aún pueden ser advertidas en el paladar de un consumidor atento.